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Sant Esteve de Palautordera, Barcelona
Hoy he descubierto el Verdadero Objetivo de la Vida: Ser Feliz.

martes, 6 de noviembre de 2018

Adiós

Hace mucho que no escribo. Tanto, como 8 años. Tener hijos es un punto de inflexión tan grande, que no puedo seguir escribiendo aquí. Nos veremos muy pronto en ~ per aspera ad astra ~

Gracias a todos.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Mi Minuto de Gloria (crónica de un parto)


El mío no fue un buen embarazo. Ya desde el principio empezaron las complicaciones: diabetes, arterias uterinas estrechas, percéntiles bajos, hipertensión, insuficiencia placentaria... y finalmente preeclamsia. Fueron siete meses terribles, y las visitas al médico un auténtico infierno, ya no por mí, que me encontraba estupendamente, sino porque cada visita era una mala noticia, y cada mala noticia un mazazo a mi recién estrenado corazón de madre.

Te hicieron mil ecografías, muchos controles y algunas pruebas específicas, todas con buenos resultados, gracias a dios. No puedo decir que fuera un viaje fácil, pero puedo afirmar que fue mágico tenerte en mi interior.

En fin...

Ocurrió un viernes por la mañana. Hacía semanas que sabíamos que había un retraso en tu crecimiento, y que la causa era un cúmulo de pequeñas complicaciones que, juntas, sumaban un gran problema. En una ocasión me enviaron a urgencias con la tensión por las nubes, y de urgencias me enviaron a casa, así que ese día, cuando mi ginecóloga me envió al hospital por segunda vez, embarazada de 34 semanas, me lo tomé a la ligera y me fui sin maletas ni papeles ni nada de lo que llevan las parturientas cuando van a parir, convencida de que en un par de horas estaría en mi sofá como cada tarde, leyendo revistas de bebés. ¡Qué equivocada estaba!

Cuando llegamos al hospital me conectaron a un monitor, y a tu padre lo dejaron en la sala de espera. Pasé unas tres horas conectada a la máquina, escuchando los latidos de tu corazón, adormilada. Me tomaban la tensión cada diez minutos y una ginecóloga entraba y salía y hacía sus anotaciones, y me preguntaba cosas como: “¿NOTAS SI SE MUEVE? ¿HAS NOTADO AL BEBÉ MOVERSE HOY?” Por lo visto estabas muy quieto, así que me dieron un zumo a ver si con el azúcar te espabilabas. Más tarde, tras el fracaso del zumo, me pusieron glucosa por vía intravenosa (me mareé y lloré cuando me pincharon la vía, y la enfermera se estuvo riendo de mí un buen rato) , hasta que un ginecólogo entró y dijo: “¿ESTÁIS LOCOS? ES DIABÉTICA, QUITAD LA VÍA Y VAMOS A HACER UNA ECOGRAFÍA, QUE ESTE NIÑO ESTÁ MUY INACTIVO”. Me hicieron la eco, y de nuevo un mazazo: la placenta estaba vieja, y a ti no te llegaba suficiente sangre. Además eras pequeño, muy pequeño para tu edad gestacional.

“VAMOS A SACARLO”

Cuando entró tu padre yo estaba llorando, ¡sólo estaba de siete meses!, y la ginecóloga nos explicó el plan: inducirían el parto y, si en un plazo de 24 horas no habías nacido, se practicaría una cesárea de urgencia. Así que nos metieron en una sala de dilatación, me pincharon otra vía y me hicieron unos análisis. Me aplicaron un fármaco para acortar y ablandar el cuello del útero (me dolió mucho y la enfermera me llamó quejica porque según ella no tenía que doler), ¡y a esperar! Entonces eran las 7 de la tarde, y a las 11 de la noche no había tenido ninguna contracción, así que nos subieron a la habitación y me dijo una enfermera: “INTENTA DORMIR, MAÑANA SERÁ UN DÍA DURO”.

Esa noche dormí mal, estaba muerta de miedo, me molestaban las vías y me sabía mal por tu padre, que dormía en la butaca. “OSCAR, DUERME CONMIGO”, y se metió en la cama. Abrazados, esperamos a que se hiciera de día. De las contracciones, ni rastro.

De pronto ¡PLOP! una sensación como de romper un globo, me desperté y un líquido caliente mojó las sábanas. “OSCAR, HE ROTO AGUAS”. Eran las 6 de la mañana. Un enfermero me bajó a mi sala de dilatación; era la mía porque había una fotocopia muy grande con mi nombre en la puerta. Qué curioso. Y otra vez conectada al monitor. Entonces empezaron las contracciones. Muy flojas al principio, eso sí, muy regulares y muy seguidas, apenas dos minutos entre ellas, y rápidamente se intensificaron. De vez en cuando venía una ginecóloga a hacerme un tacto, y me iba informando: “TIENES EL CUELLO BORRADO”, “ESTÁS DE 1 CENTÍMETRO”, etc. De fondo, los latidos de tu corazón, y tu padre sentado a mi lado, los dos de la mano, en silencio.

Llegó un momento en el que las contracciones se hicieron insoportables. No dolorosas, pero suficientemente molestas como para desear arrancarme las vías y los cables y ponerme a gruñir y hacer flexiones, o algo. Así que pedí una epidural, y me dijeron: “PASO NOTA”. Una hora después, la epidural no había llegado, aunque HABÍAN PASADO NOTA. Increíble. Indignada, me solté las correas decidida a dilatar de pie, caminando, o como buenamente pudiera. Eran las 8 de la mañana.

La hora siguiente transcurrió entre respiraciones profundas y períodos de relajación. ¡Contracción! respiración profunda, dolor, relajación, cabezadita. Se me empezaba a hacer imposible mantener la compostura, el anestesista brillaba por su ausencia, y cuando yo soltaba algún gemido un poco alto, entraba una enfermera y preguntaba: “¿QUÉ PASA?” y yo pensaba “QUÉ COÑO VA A PASAR? ¡QUE ME DUELE!”. Tu padre salía de vez en cuando, se fumaba un cigarro, bebía agua e informaba a mi madre, y luego entraba y nos reíamos de las enfermeras, y así pasábamos el rato.

A las 9 me hacen el último tacto. “ESTÁS DE CUATRO CENTÍMETROS”, y entonces ...aaaaaaaaaooooooooOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHGGGGGGGGGGG!!!!!!!!!!!!! una presión INSOPORTABLE ahí abajo que me hace gritar como un troll y agarrarme al colchón como si hubiera de atravesarlo. La comadrona apenas ha sacado la mano después de hacer el tacto, y me suelta muy enfadada: “QUÉ EXAGERADA, TODAVÍA NO ESTÁS DE PARTO, ¿TÚ SABES LA SUERTE QUE TIENES? ¿SABES CUÁNTAS MUJERES PAREN SIN ANESTESIA EN EL MUNDO Y NO SE QUEJAN?” (manda cojones) y acto seguido entra una tromba de indiscretas batas blancas preguntando “¿QUÉ PASA?! ¿QUÉ PASA?!” y de pronto una contracción salvaje y otra trollada por mi parte, y viendo mi cara de poseída gritando “¡QUE SALE! ¡QUE SALE! ¡¡TENGO QUE EMPUJAR!!”, mi comadrona me hace un segundo tacto comentándole a su compañero que sólo estoy de 4 centímetros y... “¡¡VALE!! ¡¡DILATACIÓN COMPLETA!! ¡¡RÁPIDO!! ¡¡NO EMPUJES!! ¡¡NO EMPUJES!!” y alguien me coge la cara entre sus manos y grita echando espumarajos: “¡¡NO EMPUJES!! ¡¡SOPLA VELITAS!! ¡¡SOPLA VELITAS!!” y yo “¡FU! ¡FU! ¡FU! ¡FU!” y empieza la acción: las batas blancas retiran las vías, entra un camillero y me levantan en volandas, la cama se mueve y fluorescentes sobre mi cabeza y yo “¡FU! ¡FU! ¡FU! ¡FU!” y entramos al paritorio, son más de diez personas, me levantan en volandas, me sientan en un potro y ...aaaaaaaaaooooooooOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHGGGGGGGGGGG!!!!!!!!!!!!! escucho una pregunta: “¿QUIERES UN PARTO DIRIGIDO?” que no obtendrá respuesta porque ya noto tu cuerpo salir, veo un culito minúsculo y unos testículos, tu padre llora con las gafas empañadas “¡¡YA ESTÁ AQUÍ, YA ESTÁ AQUÍ!!” y yo todavía no me lo creo. “VARÓN, 1,670 Kg. ¿DÓNDE ESTÁ EL PEDIATRA? ¡VAMOS! NOS LO LLEVAMOS A NEONATOS. PAPÁ, VEN TÚ TAMBIÉN”. Me enseñan brevemente tu cara, tienes un rostro pequeño y precioso, y mueves los ojos de un lado al otro, apenas me da tiempo a mirarte y ya se te llevan, papá te acompaña, y ya sólo quedamos la ginecóloga y yo.

Mi minuto de gloria. ¡Ha sido tan rápido!

“QUEDA EXPULSAR LA PLACENTA. LUEGO TE DOY DOS PUNTOS Y TE VAS”. Así que efectivamente, luego me voy, pues salgo del paritorio caminando y mirando mis pies manchados de sangre, y cuando me ven las batas blancas (que ya estaban fuera) se arrancan a aplaudir y a gritar “¡¡MUY BIEN!! ¡¡LO HAS HECHO MUY BIEN!!” y yo flipo y sonrío y me meto en mi sala (que todavía lleva mi nombre), me meto en mi cama, relajada, y espero paciente a que me lleven contigo. Ya no hay prisa. Soy tan feliz...

martes, 27 de octubre de 2009

Kiss the boots...


... of shiny shiny leather...

Pocos conocen, de mí, el Lado Oscuro. Gozo de una modesta colección de literatura erótica, y de una -no tan modesta- colección de juguetes. Tengo libros de todo tipo: antiguos, lésbicos, de historias increíbles, de temática sado, zoo... e incluso uno muy bueno y muy corto que habla de un necrófilo. Los menos convencionales son mis favoritos, para qué negarlo. Tengo un libro en el que decenas de italianos se follan a una embarazada francesa (¿tendrá algún trasfondo político?): La embuten en un traje de látex que la cubre de pies a cabeza, dejando sólo visibles la boca, las tetas, la panza y la entrepierna; la suben a un curioso artilugio fabricado para la ocasión (me encantan los artilugios mecánicos, cuanto más toscos mejor), la atan de pies y manos y se la tiran a saco, uno a uno, o todos a la vez. Tipos -y tipas- anónimos, tras el morboso anonimato de una máscara de carnaval, forzando, mordiendo, pellizcando, gruñendo y chapoteando alrededor de la ¿pobre? mujer. Me gusta este libro porque toca mi Talón de Aquiles: por un lado, los juguetes (ya sean vibradores, rotadores, con gato hidráulico o dotados de cuerdas y poleas) y por otro lado, las máscaras.

Los juguetes son para mí como las gambas de la paella. La paella está rica, pero ¡coño! las gambas son lo mejor. Me gustan los juguetes desde que le gustaron a mi novio punk (es decir, desde el principio), y recuerdo que nuestro primer minijuego fue, durante una acampada con amigos, experimentar con un chupa-chups de fresa y nata que acabó en la boca del desafortunado Paco, que en cuanto me vio salir de la tienda con el chupa-chups en la mano me preguntó: "¿Lo vas a tirar?", y le contesté: "¿Por qué, lo quieres?" y, al ver que decía que sí, lo chuperreteé y se lo metí en la boca (...)

A lo largo de los años, he pasado (hemos pasado, puesto que siempre ha sido en pareja) de los juguetes inofensivos de color rosa con forma de gusanos y delfines, que aún conservo, a otros de aspecto hiperrealista que ya no conservo porque me dan grima, para acabar finalmente en gruesas esculturas hedonistas de estética fálica que, sin ser Rabos propiamente dichos, se parecen bastante (y los superan con creces). Hoy día son mis favoritos, y aun siendo caros de cojones, son una inversión segura. Y hablando de cojones, creo deberían suprimirlos de los juguetes porque no aportan nada, y son tremendamente antiestéticos (risas).

En cuanto a las máscaras, sólo decir que su -única- función es la de sustraer temporalmente la identidad del amante encapuchado, situándolo en la noble categoría de Verdugo Sexual y dándole, de paso, un aire más bruto al encuentro. Creo que el rol se ve acentuado con los pasamontañas negros de lana... ¿o es fruto de mi mente negra? (risas). Lo que es seguro, es que cuando el Verdugo blande sobre su cabeza un enorme vibrador -preferiblemente negro y liso- cual imponente garrote de ataque mortal, puedes pasar de cero a cien en cuestión de segundos... o partirte de risa en su cara. En todo caso, es una visión más que recomendable.

El cine porno, por el contrario, me produce arcadas. Recuerdo mi primera y última película, en compañía de mi novio punk y los colegas.

LÁTEX
La grabé a petición de nuestro amigo Lluís, que no tenía Canal Plus, y organizamos una proyección un sábado por la noche en mi casa. Joder, ¡anuncias que vas a poner una porno y te salen amigos por todas partes! Estábamos embutidos en el salón; éramos como quince personas o más. Algunos en el sofá, otros en sillas, o sentados en el suelo, o de pie, o fumando en la ventana. La película en sí era curiosa, tenía un montón de efectos especiales, pero transcurrieron quince minutos y yo ya la quería quitar porque me estaba poniendo mala -literalmente-. Comentarios como "Da igual, déjala", "Por mí no la quites", o "La vemos acabar, ¿no?" (como si la película tuviera algún tipo de argumento), me hicieron desistir. Y allí fue, ante una espectacular y asquerosa corrida de tres minutos y medio -que anunciaba el final de la peli-, cuando me levanté a vomitar, y juré no ver más una puta película.

A día de hoy todavía me da una arcada, me baja la tensión o me pongo malísima ante la sola visión del semen. Sufro aversión natural hacia ese fluido, no puedo verlo ni olerlo, y mucho menos tragarlo, y eso es irremediable. A lo mejor por eso me gustan los falos de goma, porque son asépticos (...)

Por cierto,
¡cómo me alegré el día en que salió Almax en comprimidos!

martes, 20 de octubre de 2009

Llueve

Llueve fuera (y llueve dentro). Y con esa lluvia, que todo lo empapa y todo lo arrastra, afloran los miedos cual elementos microscópicos de la tierra que se ven impulsados hacia arriba, a la superficie, obligados a flotar en un charco de agua sucio y maloliente.

Mi estado de ánimo pende y depende del estado del tiempo. Avanza la ansiedad conforme avanza el otoño, el invierno me sume en la tristeza, y renazco en primavera con los primeros brotes y el regreso de las aves. Una paradoja, pues hasta hace bien poco, me encantaban los días oscuros de otoño, el frío y la lluvia; los asociaba con el calor del hogar. Sofá y mantita, familia, castañas.

Una se siente sola en días como hoy, pues con el mal tiempo se queda en casa, pone música, y pasa las horas dialogando consigo misma. Los objetos del hogar se convierten en la pelota del náufrago: siempre presentes, siempre observando y escuchando lo que a una le pasa por la cabeza (que casi nunca es bueno).

En mi caso, como dice aquél anuncio, tengo de todo en la cabeza, menos caspa. Por un lado está el tema del trabajo: los parados tendemos a asumir altos grados de apatía, quizá hartos de tanta negativa, de sentirnos día tras día como putas mierdas prescindibles para los demás. Nos buscamos la vida como podemos, y acabamos "trabajando" para amigos y familiares con la (quizá) falsa certeza de que, digan lo que digan, lo que están haciendo es regalarnos el dinero, es decir: darnos limosna. Éste es un sentimiento común a todos los parados. Viene en el pack, y te lo tienes que comer a la espera de tiempos mejores. (...)
Por otro lado, está el tema de los hijos: llevo tiempo intentando tener uno, sin éxito. Una llega a creer que, además de ser una escoria social, también lo es como mujer. ¿Qué motivación he de tener, si la vida no me brinda una oportunidad? :(

¡Y que conste que soy consciente de la artificialidad de estas ideas!... que lejos de ser ciertas (o al menos no tanto), son fruto de mi mente. Pero, ¿cómo luchar contra una misma? Soy como Artax hundiéndose en el Pantano de la Tristeza (una escena que siempre me ha hecho llorar, y que ahora me viene al pelo), aun sabiendo que no tengo motivos de queja, y que personas en situaciones realmente malas luchan y sobreviven, y sonríen y abrazan a los suyos.

La verdad es que me ahogo en un vaso de agua. (...)


En fin. Una se pasa los días en silencio, esperando un cambio, dándole vueltas a la cabeza, preguntándose continuamente:

¿... y si...?