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Sant Esteve de Palautordera, Barcelona
Hoy he descubierto el Verdadero Objetivo de la Vida: Ser Feliz.

martes, 27 de octubre de 2009

Kiss the boots...


... of shiny shiny leather...

Pocos conocen, de mí, el Lado Oscuro. Gozo de una modesta colección de literatura erótica, y de una -no tan modesta- colección de juguetes. Tengo libros de todo tipo: antiguos, lésbicos, de historias increíbles, de temática sado, zoo... e incluso uno muy bueno y muy corto que habla de un necrófilo. Los menos convencionales son mis favoritos, para qué negarlo. Tengo un libro en el que decenas de italianos se follan a una embarazada francesa (¿tendrá algún trasfondo político?): La embuten en un traje de látex que la cubre de pies a cabeza, dejando sólo visibles la boca, las tetas, la panza y la entrepierna; la suben a un curioso artilugio fabricado para la ocasión (me encantan los artilugios mecánicos, cuanto más toscos mejor), la atan de pies y manos y se la tiran a saco, uno a uno, o todos a la vez. Tipos -y tipas- anónimos, tras el morboso anonimato de una máscara de carnaval, forzando, mordiendo, pellizcando, gruñendo y chapoteando alrededor de la ¿pobre? mujer. Me gusta este libro porque toca mi Talón de Aquiles: por un lado, los juguetes (ya sean vibradores, rotadores, con gato hidráulico o dotados de cuerdas y poleas) y por otro lado, las máscaras.

Los juguetes son para mí como las gambas de la paella. La paella está rica, pero ¡coño! las gambas son lo mejor. Me gustan los juguetes desde que le gustaron a mi novio punk (es decir, desde el principio), y recuerdo que nuestro primer minijuego fue, durante una acampada con amigos, experimentar con un chupa-chups de fresa y nata que acabó en la boca del desafortunado Paco, que en cuanto me vio salir de la tienda con el chupa-chups en la mano me preguntó: "¿Lo vas a tirar?", y le contesté: "¿Por qué, lo quieres?" y, al ver que decía que sí, lo chuperreteé y se lo metí en la boca (...)

A lo largo de los años, he pasado (hemos pasado, puesto que siempre ha sido en pareja) de los juguetes inofensivos de color rosa con forma de gusanos y delfines, que aún conservo, a otros de aspecto hiperrealista que ya no conservo porque me dan grima, para acabar finalmente en gruesas esculturas hedonistas de estética fálica que, sin ser Rabos propiamente dichos, se parecen bastante (y los superan con creces). Hoy día son mis favoritos, y aun siendo caros de cojones, son una inversión segura. Y hablando de cojones, creo deberían suprimirlos de los juguetes porque no aportan nada, y son tremendamente antiestéticos (risas).

En cuanto a las máscaras, sólo decir que su -única- función es la de sustraer temporalmente la identidad del amante encapuchado, situándolo en la noble categoría de Verdugo Sexual y dándole, de paso, un aire más bruto al encuentro. Creo que el rol se ve acentuado con los pasamontañas negros de lana... ¿o es fruto de mi mente negra? (risas). Lo que es seguro, es que cuando el Verdugo blande sobre su cabeza un enorme vibrador -preferiblemente negro y liso- cual imponente garrote de ataque mortal, puedes pasar de cero a cien en cuestión de segundos... o partirte de risa en su cara. En todo caso, es una visión más que recomendable.

El cine porno, por el contrario, me produce arcadas. Recuerdo mi primera y última película, en compañía de mi novio punk y los colegas.

LÁTEX
La grabé a petición de nuestro amigo Lluís, que no tenía Canal Plus, y organizamos una proyección un sábado por la noche en mi casa. Joder, ¡anuncias que vas a poner una porno y te salen amigos por todas partes! Estábamos embutidos en el salón; éramos como quince personas o más. Algunos en el sofá, otros en sillas, o sentados en el suelo, o de pie, o fumando en la ventana. La película en sí era curiosa, tenía un montón de efectos especiales, pero transcurrieron quince minutos y yo ya la quería quitar porque me estaba poniendo mala -literalmente-. Comentarios como "Da igual, déjala", "Por mí no la quites", o "La vemos acabar, ¿no?" (como si la película tuviera algún tipo de argumento), me hicieron desistir. Y allí fue, ante una espectacular y asquerosa corrida de tres minutos y medio -que anunciaba el final de la peli-, cuando me levanté a vomitar, y juré no ver más una puta película.

A día de hoy todavía me da una arcada, me baja la tensión o me pongo malísima ante la sola visión del semen. Sufro aversión natural hacia ese fluido, no puedo verlo ni olerlo, y mucho menos tragarlo, y eso es irremediable. A lo mejor por eso me gustan los falos de goma, porque son asépticos (...)

Por cierto,
¡cómo me alegré el día en que salió Almax en comprimidos!

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajajaja, mucho más asqueroso el Almax, pero con diferencia!
Nota informativa, los cojones están puestos con un motivo, son el tope, a más de un@ lo han tenido que llevar de urgencia, y es que si hay espacio de sobra luego es difícil recuperarlos.
Bueno gracias por este buen rato y no te olvides de nosotros, que no nos gusta esperar tanto...
Besote
Jordi Thai

OhLoto! dijo...

Jojojo!! Hacen de tope? Es verdad, no lo había pensado!!
Pues felicito fervientemente a quien le quepa un juguete entero y, encima, se le pierda dentro! :D
Sí señor!!

Eowyn dijo...

Love, yo estaba en ese visionado de Latex, y pille el pedo del siglo, recuerdo vagamente unos vinilos de enrique y ana y que alguien la lió parda tirando algo al suelo, que tiempos..... creo que ha sido la unica porno de la que he visto mas de 5 minutos.

A ver cuando nos vamos de compras de dildos! El otro dia me compre una cosa y no me va muy bien :( xD

Por cierto a ver si das señales de vida en el feis :)

OhLoto! dijo...

Eowyn!! Esas fiestas salvajes en casa de mi madre, JOJOJOJO!!!

Quedamos cuando quieras, soy una experta en el tema, ¿qué coño te has comprado para que no te funcione?? :/

BalaNegra dijo...

Así que un libro sobre un necrófilo... ¿Gabrielle Wittkop, colección la sonrisa vertical?

OhLoto! dijo...

Exacto Balanegra, me lo recomendaste tú xDDD